Recuerdo el día veintiocho de
Septiembre de mil novecientos setenta
y ocho
cuando una mosca se posó sobre
mi cabeza a las dos de la tarde
Pienso en su zumbido detestable y
cuando me dijo en palabras muy
cervantinas : "Yo soy Isiris
la diosa de la guerra"
Escuchándola democráticamente
pasé luego a matarla de una palmada
seca sanguinolenta
y le contesté -rememoro aún- :
podrás ser Isiris la diosa de la guerra
pero nadie te va a creer ¡Nunca!
que un dios hable español
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